¡Más Chiribitil!

De Graciela Melgarejo – diario La Nación

Casi cuarenta años después -treinta y siete, para ser bien exactos- se produce el milagro y Los cuentos del Chiribitil vuelven a salir a la luz, gracias a la editorial Eudeba y la tenacidad y el conocimiento de la coordinadora del proyecto, la abogada especialista en derechos de autor Violeta Canggianelli.

Cada vez que se le mencionan estos cuentos a algún lector argentino de 40 años más o menos, casi se le llenan los ojos de lágrimas, porque seguramente ha sido de chico un fanático de «los chiribitiles». ¿Qué es lo que hizo que los chiribitiles hayan tenido esa posibilidad de ser atesorados en su momento y recordados después, al punto de que haya una especie de cofradía de lectores? Para Canggianelli, que lo ha experimentado en carne propia, es «porque eran textos poéticos y con ilustraciones, que no eran obvios y tenían el sabor de haber sido hechos aquí, especialmente para los chicos argentinos».

La colección, publicada por el legendario Centro Editor de América Latina (CEAL), fue dirigida por Graciela Montes y Delia Pigretti, y el diseño estuvo a cargo de Oscar Díaz, el Negro; comenzó a salir en 1977 hasta completar exactamente 50 números.

Sólo la biblioteca La Nube, de Pablo Medina, tiene la colección completa. Los chiribitiles no aparecen en las mesas de saldos, porque esas primeras y únicas ediciones están agotadas, pero en muchas bibliotecas escolares hay ejemplares de hasta diez o más títulos diferentes. Por eso, la reconstrucción le llevó a la gente de Eudeba un trabajo intenso de dos años, hasta ver concretados los primeros diez libros, que van a empezar a circular ahora, y con varias presentaciones por delante, porque son muchos, entre autores, ilustradores y lectores, los que no se las quieren perder.

«La ilustradora Julia Díaz, que ahora vive en Alemania, fue nuestra gran ayuda -dice Canggianelli-. Por su intermedio pudimos ponernos en contacto con Graciela Montes y a partir de allí empezó a tomar cuerpo el proyecto. La idea era volver a producir una obra con la misma calidad que tuvo entonces: buen papel, buen color e impresión, y accesible, que estuviera en los quioscos y no en las librerías.»

Los cuentos del Chiribitil fueron un ejemplo de trabajo en equipo. Tanto para los autores, muchos de ellos noveles en el oficio, como para los ilustradores, la consigna era «trabajar con absoluta libertad». Hubo nombres muy consagrados ya en ese momento: autores como la misma Graciela Montes, Marta Giménez Pastor, Martha Mercader, Margarita Belgrano, Ana María Ramb, Graciela Cabal, e ilustradores como Ayax Barnes, Helena Holms, Chacha, Juan Noailles. Y los que recién empezaban, por ejemplo, Laura Devetach (nada menos) o Marcia Schwartz, entre tantos otros.

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