Marta creció entre sueños. Soñó con ser bailarina, pintora, actriz, pianista y modelo. Pero cuando llegó el momento de decidir,  Marta no se animó a tomar vuelo con sus inquietudes pese a hacer algunos tímidos intentos como actriz y modelo.

«Yo quería ingresar a Bellas Artes pero mis padres no me dejaron. Tenía que elegir algo decente y bien visto para la época.»

Entonces Marta optó por la docencia, un camino marcado fácilmente por su madre, sin saber en ese entonces que esa sería una de sus grandes vocaciones.

Fue alumna de Escuela Normal N°1 de Profesoras Presidente Roque Sáenz Peña y más tarde continuó sus estudios en el Instituto Superior de Profesorado de Educación Inicial “Sara C. de Eccleston”.

«Como estudiante era muy mala porqué no soportaba las imposiciones ni la sumisión. Tenía mala conducta y vivía con amonestaciones. Me costaba mucho la disciplina por eso más tarde, cuando yo misma fui maestra, lo que transmití en mis clases era la libertad y la alegría. Yo entiendo la enseñanza dentro de una marco de libertad imprescindible. Cuando yo era maestra, los chicos no faltaban nunca, las madres estaban encantadas porque sus hijos tenían ganas de ir al colegio y las directoras solían rogarme para que impusiera disciplina en el aula. No recuerdo, en veinte años de docencia activa, jamás haber repetido una clase. Jamás usé un programa de un año a otro. Para mí fue una fiesta ser maestra.»

Así recordaba Marta sus años como docente:

«Cuando voy por la calle distraída y oigo a mis espaladas esa exclamación intransferible “¡Ey, señorita!” se me revela el porqué del oficio de ser maestra. Ser maestra es de una riqueza incomparable. Muchos de mis  alumnos se acuerdan de mí como “la mejor y la más divertida de todas las maestras“.  Ahora son hombres grandes, que guardan detalles mínimos de su paso por la escuela. Sentí mucho amor por el magisterio. Pero mi primera pasión, las bellas artes, no quedó en el olvido. Con el tiempo llegué a pintar, hacer títeres, a ilustrar y pude transmitirles a mis hijos el amor por las artes.»

Marta ejerció la docencia durante más de 30 años. Fue maestra de grado, profesora de chicos y de grandes, en el país y en el extranjero. Escribió libros de lectura, asesoró editoriales y revistas infantiles en el tema educativo.

Dictó cursos, conferencias sobre literatura infantil en diversas universidades venezolanas y en casi todas las provincias argentinas. Participó en mesas redondas y fue jurado. Trabajó en el Consejo Nacional de Educación dentro de la la Comisión de textos y en la Cancillería Argentina, bajo la presidencia de Raúl Alfonsín para colaborar con el proceso democrático.

Hasta sus últimos años, Marta contó cuentos en las escuelas, promovió la lectura, dio claves a las maestras para estimular la narración y a los niños para disfrutar de la fantasía.